
Lima, hoy, con sus ocho millones de habitantes, es el emblema por excelencia de la versión peruana de lo moderno. Es el resultado de la larga y continua migración de los habitantes del interior del país, que empezó con fuerza en los años cincuenta y recrudeció en los ochenta, con el fenómeno del terrorismo. Esta modernidad, que según Julio Ortega es mestiza, compleja y reconstruye su espacio cultural operativo entre redes de estrategia asociativa y fuerza renovadora, es, a su vez, inclusiva y exclusiva. Incluye pero para hacerlo le pide a la tradición que adopte ropajes ajenos, globales los llaman…, que desfiguran su imagen y le quitan identidad. Nuestra incapacidad de reconocernos como diferentes, pero integrantes, al mismo tiempo, de un proyecto colectivo común, hace difícil este proceso. Esta profunda fragilidad de nuestro sentido de comunidad nacional estuvo a la base, entre otras razones, de la guerra interna en los años ochenta.
La urbe, además de su existencia física, tiene una existencia simbólica. Las ciudades son una representación del espacio y de las raíces identificadoras de los ciudadanos. La Lima real, la Lima física ha cambiado y la imaginada, también. El espacio público, como lugar de encuentro con el “otro”, desaparece. Una sensación de inseguridad se apodera de él y amenaza constantemente al espacio privado. Y viceversa. La defensa de nuestro espacio privado no respeta al público. El “otro” diferente a nosotros se percibe como una amenaza. No existen espacios de encuentro y comunicación para los limeños donde articular nuestras diferencias y semejanzas.
Lima es un conjunto de islas que a duras penas se interconecta y conviven al margen del resto del Perú. Con la consolidación de la modernidad, el damero de Pizarro se ha convertido en un poliedro, dinámico y subjetivo, ligado a los conflictos sociales, políticos, históricos y económicos que el proceso mismo de modernización conlleva. A pesar de ello, dentro de él, la avenida Abancay es un espacio cultural que propicia el diálogo horizontal, donde convive la modernidad con la tradición, permitiéndole a esta última individualizarse y reconocerse y por ende seguir existiendo.
La avenida Abancay cumple con esa función humanizadora del diálogo del mercado que nos planteara Arguedas
[1]. Sea por su variedad de productos a ofertar o por lo reducido de sus precios, pero, por sobretodo, por esa atmósfera festiva, inclusiva y solidaria en la se lleva a cabo la actividad económica que la modernidad propone. Un espacio cultural abierto funcionando dentro de la ciudad, es la única garantía que Lima puede ofrecernos a los limeños, y a los peruanos en general, de que un proyecto colectivo de desarrollo comunitario es viable en el país.
Las cartografías representan la realidad utilizando filtros de selección y simplificación de la información según sea ésta relevante o no, para develar las presencias y/o ausencias que dan mejor cuenta de misma. Busco recrear el espacio vivencial de la avenida Abancay echando mano a los filtros de la memoria en forma aleatoria. Mi información está compuesta por sentimientos, percepciones, acciones y diálogos vividos. Uso la cartografía como guía para señalar y aprehender los elementos identificadores de mis raíces que se encuentran fragmentados y dispersos en ese paisaje humano a fin de resignificarlos como propios.
Agrado y desagrado, conformidad y disconformidad, seguridad e inseguridad, estos son algunos de los ingredientes que conforman el diálogo que la avenida y yo entablamos. Es una comunicación viva, pero recelosa que nos permite vernos. Finalmente Lima se mira. Finalmente Lima me mira. Tengo en quién reconocerme. Encuentro cómo conocerme. Finalmente “ellos” existen y yo también.
[1]Julio Ortega, comentando a Arguedas nos dice que el mercado es una de las representaciones que este escritor buscó reapropiarse desde la función humanizadora del diálogo.[1] Nos dice que el mercado, como espacio cultural, es reconstruido por este autor como un lugar de diálogo y reafirmación. El mercado como facilitador del intercambio, la individualización y la comunicación horizontal sirve de desmontaje de la clausura que como espacio cultural representa la ciudad. En: ORTEGA, Julio. “Arguedas: La Próxima Modernidad” en El Dominical, Suplemento de Actualidad Cultural, Nº429, Año52, Diario El Comercio, Lima, 27/05/07, pp.2-3
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